Las primeras consideraciones en torno a una poética secrecional fueron
planteadas por Antonin Artaud, quien insistió en en el teatro como “acto y emanación
perpetua”(1969, 150), como producción de estados no racionales y riesgos vitales. Si
bien en sus primeros textos ya emergía una corporalidad poética que redimensionaba
la teatralidad, hacia finales de la siguiente década Artaud va a proponer una
corporalidad escatológica. El cuerpo que produce y expulsa secreciones no puede
prescindir de la muerte de lo propio. La materia fecal expulsada es constitutiva de
vida2. Esta experiencia que se concreta en materia poética a través de la escritura
remite a visiones cosmogónicas duales, al cuerpo doble de la concepción grotesca.
Para Artaud la obra artística se configura con desechos propios: una escritura de
desechos y de secreciones corporales también constituye una secreción del propio
cuerpo. La escatología grotesca de este Artaud –Para acabar de una vez con el juicio
de Dios- se concreta en una textualidad poética donde la palabra es aún el medio para
la representación de los dramas corporales, configurando “una textualidad del cuerpo”
(Weisz, 1997).
(...)
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